29 septiembre 2004

Susan Tidad y Yo: Historia de una difícil relación (II)

Estamos en el curso 1972-73. Tengo catorce años y estudio quinto de bachillerato (plan de 1967). ¡Descubro el sexo! Hasta entonces había sido un niño bastante lelo para esas cosas, ni siquiera me interesaba demasiado el tema reproducción. Pero ese año entra en mi clase una caterva de chicos nuevos, expulsados de otros colegios por su mala conducta o simplemente porque los demás colegios del barrio –casi todos religiosos- comenzaban a cerrar ante el elevado valor de los terrenos que ocupaban en el centro de Madrid. Y aquello se convierte en una orgía. Muchos de los nuevos son mayores –recuerdo uno que ya tenía carnet de conducir- y vienen casi siempre de familias de dinero bastante liberales, por lo menos en lo que respecta a su conducta sexual.
Así que rápidamente aprendo algunas cosas y todo acaba por encajar: Aquella ilustración del "Mi Jesús" que mostraba unos demonios pinchando con tridentes a las almas del Infierno y que tanto me perturbaba... La extraña y repetida pregunta del padre confesor en la capilla de San Estanislao de Kostka: ¿te tocasss?... Las películas de romanos, Sean Connery, las ilustraciones de estatuas griegas en el Summa Artis de mi padre... Y una serie de televisión, Leonardo Da Vinci, de la RAI, que me abrió definitivamente los ojos: Yo era como Leonardo, o sea homosexual, o sea, marica. Porque definitivamente, las niñas me seguían sin interesar, pero los niños... Los niños me ponían a cien. Esto era un descubrimiento terrible y gozoso a la vez: por un lado, marica era afeminado era nenaza era rechazo y exclusión. Por otro era Leonardo, era Oscar Wilde, era ser diferente a todos, ser un genio. Así que callé y guardé mi secreto.
Un día, en clase de Religión, el padre Prieto –jesuíta de trabuco, boina y sotana raída, gran experto en repartir hostias metafóricas- le pide a su alumno predilecto (servidor) que lea en voz alta y clara el capítulo dedicado al sexto mandamiento en el libro de texto de aquel curso, "La Moral Católica". Los pecados de la Carne, la Lujuria, el Adulterio y, como no, también el Pecado Solitario –que yo practicaba con cierta asiduidad- y el Vicio Nefando –que yo estaba deseando practicar.
Además de la vergüenza que pasé mientras leía –la cara como un tomate, las risitas de los otros chicos- aquello fue un terremoto en mi conciencia. Me di cuenta en el acto de que aquello era una estupidez de los curas. Leonardo era marica, pero era un genio, si había un poco de justicia no podía ser que Leonardo se quemase en el Infierno. Decidí informame un poco.

Susan Tidad y Yo: Historia de una difícil relación (I)

Mis primeros recuerdos asociados con la religión se remontan a los cuatro o cinco años. Mi abuelo materno había fallecido poco antes. Era un hombre muy mañoso, había sido relojero entre otras muchas cosas, y cuando se me estropeaba un juguete era él quien lo arreglaba. Un día se me rompió un coche en miniatura -un fabuloso Lincoln Continental azul celeste- y me di cuenta de que mi abuelo ya no estaba y de que nadie me lo iba a arreglar. Indignado, pregunté a mi abuela María dónde se escondía el abuelo y porque ya no le veíamos. Ella me contestó con la típica vaguedad acerca del Cielo. Desde entonces imagino siempre el Más Allá como un lugar azul con nubes blancas donde mi abuelo -reunido en años posteriores con mi abuela, mis padres y otros miembros de la familia- conduce un espectacular descapotable americano de los años sesenta.
Lo siguiente que recuerdo son las misas de domingo por la mañana en la iglesia de San Antonio del Retiro (la de verdad, la que tiraron en los años 70, no la capillita incrustada en un feo edificio de oficinas que construyeron después en el sólar, con pingües beneficios). Y las broncas habituales entre mi padre -ateo convencido hasta su muerte- y mi madre, que profesaba un pagano-catolicismo más basado en la superstición que en la teología. Una vez, debía ser julio o agosto porque hacía un calor espantoso, cuando entrábamos en la iglesia se nos acercaron unas viejas beatas -vestidas de negro, escapularios al cuello, olor a orines y sacristía- y le llamaron la atención a mi madre por ir sin medias y en manga corta.
Crecí unos añitos y mi padre -con la oposición de mi abuelo paterno, que había sido requeté y era de los que creía en la Monarquía de derecho divino- decidió enviarme a un colegio laico. Y se equivocó de medio a medio, porque el hecho de que la propiedad de aquel colegio no fuera de una orden religiosa no lo libraba de tener una ideología altamente nazional-católica. Pero yo era un niño bueno, aplicado y obediente, lo que me hizo ganar el favor de los profesores y la envidia de los otros alumnos. Así que aprendí muchas cosas: Historia Sagrada, el Catecismo, los Diez Mandamientos, las Tres Virtudes Teologales, los Siete Pecados Capitales, las Obras de Misericordia... Yo no hacía preguntas, asimilaba todo y todo me parecía bien, aunque encajara poco con las cosas que decía mi padre en casa. Al fin y al cabo yo tenía un Edipo de caballo y mi padre era el Enemigo.

02 septiembre 2004

Religión. ¡¡Dios nos asista!!

Religión. ¿Existe un Dios Omnipotente, Omnisciente, Pantocrátor? A la mayoria de la gente le gusta pensar que sí. Y se agarran a cualquier religión como a un clavo ardiendo, a supersticiones diversas que aseguran una continuidad de la vida después de la muerte. A cambio, claro, de cuantiosos diezmos y estricta disciplina.
Por mi parte, no tengo ninguna esperanza de gozar la Gloria en el Reino de los Cielos, ni de reencarnarme alguna vez en lama tibetano. Pero si, tengo una cierta idea de Dios como encarnación metafísica de la única respuesta posible –por poco razonable que sea, por fácil o simplona que parezca- a la eterna pregunta del POR QUÉ de este bonito cosmos que habitamos. Pues si la ciencia puede quizás explicarnos el cómo o el cuándo del origen del universo, dudo que nunca llegue a tener soluciones para una cuestión que es puramente filosófica.
Ahora bien, el problema se presenta cuando pasamos de la filosofía a la teología. Y es entonces cuando topamos con la Iglesia, con los ayatolás, con los gurús. Intermediarios del Todopoderoso, promotores comerciales del Más Allá, siempre compitiendo por aumentar su cuota de mercado.
Dejando de lado el tema de la Media Luna y otras creencias exóticas, me gustaría dejar constancia de algunas opiniones respecto al cristianismo:
- Jesucristo posiblemente fuera guay del paraguay, sanaba leprosos, luchaba como el Che Guevara contra los ricos y poderosos de este mundo, multiplicaba la cena sin comprar en el Lidl y ponía la otra mejilla cuando le daban una galleta. Pero también podía ser un pedazo de bestia: la que les cayó a los pobres pero honrados comerciantes del Templo fue de campeonato y revela un temperamento pelín furioso y fanático. En cuanto a lo que le hizo a su madre, dejándola virgen, viuda y sin pensión –cuando podía haberle ahorrado tanto sufrimiento con un poco de mano que hubiera tenido con el bueno de Pilatos- nos deja entrever la egocéntrica personalidad de un mal hijo, cerril e insensible ante los dolores maternos.
- Y qué decir del Yavéh del Antiguo Testamento... Un nacionalista colérico y agresivo, dispuesto a exterminar un par de ciudades (Sodoma & Gomorra) por un quítame allá esos vicios nefandos. Con una absurda obsesión por evitar las enfermedades de transmisión sexual y la triquinosis mediante la casi total abstinencia de sexo y el completo ayuno de todo producto cárnico derivado del porcino. Y bueno, eso lo entiendo en una época de pésimas condiciones sanitarias, pero es que también prohibía comer gambas o calamares –véanse capítulos referidos a la seguridad alimentaria en el Levítico.
- Con esos precedentes, los primeros cristianos se ponen a practicar su religión. Como es nuevecita, se pueden inventar un Dogma, una Liturgia y un Organigrama a base de retales de lo que veían por ahí: Tomamos una base de judaísmo, lo mezclamos con un poco de Isis y de Mitra, cuarto y mitad de Sol Invicto y aliñamos con mucha púrpura. Sírvase frío y acompañado con una copita de moscatel. Al principio reina la armonía: los cristianos son muy buenos, pacifistas y tal, y parece ser que por eso Nerón y otros emperadores les tienen tirria y los echan de comer a los leones del Coliseo. A pesar de ello, crecen y se multiplican muchísimo, y entonces los emperadores romanos les empiezan a tener respeto. Constantino les reconoce y promociona (in hoc signo vinces) y a partir de ahí se crecen.
- Entonces –y esto no se suele contar en las películas de romanos- comienzan las persecuciones de verdad, mucho más crueles y sanguinarias que las del pobre Nerón. A sangre y fuego, los cristianos acaban en pocos años con la diversidad religiosa en el Imperio. En la actual Turquía se pueden visitar las espléndidas ruinas de Afrodisia, ciudad que fue arrasada en el siglo IV por negarse a dejar de practicar el antiguo culto de su diosa patrona, la sensual Afrodita. ¿Qué fue de los adoradores de Isis y Osiris, de las vírgenes vestales, qué pasó con los misterios priápicos? Prohibidos, condenados, ejecutados.
- A todo ésto, los mismos cristianos se ponen a competir entre ellos con una pléyade de desviaciones y herejías que -bajo el manto de sesudas disquisiciones teológicas- encubren una lucha a muerte por el poder terrenal. Tampoco se nos cuenta que el 80% del actual dogma católico, por no hablar del ortodoxo, es fruto de aquellos conflictos.
- La Edad Media se nos representa como una edad de oro para la Fé, con bellas catedrales, monjes benedictinos ilustrando códices miniados y aguerridas cruzadas en Tierra Santa. Pero también hay papas de nueve años impuestos por la guerra de familias nobiliarias, corrupción generalizada en las altas y bajas jerarquías, se crea el Santo Oficio, los cruzados saquean Constantinopla y los albigenses son exterminados.
- En el Renacimiento, Gutenberg y las mejores condiciones de vida permiten otras voces. La mayoría de la gente está harta, los clérigos sufren una merecida mala fama y los Borgia no ayudan con su conducta licenciosa en la cúspide de la Iglesia. En estas condiciones, un fraile alemán predica contra el Papa de Roma, con gran éxito de público y crítica. Su Santidad se cabrea y manda perseguir al disidente. Ocasión que ven que ni pintada muchos príncipes nórdicos para proclamar su independencia frente a esos pesados de los Habsburgo. Se inaugura entonces un festival de 200 años de matanzas sin límite en nombre de un mismo Dios con distintos matices. Resultado: Tablas.
- Albricias, llega la Revolución Francesa y con ella, los derechos del hombre y la libertad de pensamiento... ¡Qué bonito! Pero también los revolucionarios cometen algunos excesos y la caza del cura se convierte en deporte frecuentemente practicado. Las Iglesias se enrocan en su versión más reaccionaria, amenazan, excomulgan, anatemizan. Pero ya no tienen todas consigo, la Ciencia y su prima la Tecnología desmienten sus artículos de fé, el mundo ya no es como dice la Biblia. La luz eléctrica ahuyenta los fantasmas y hace más por el ateismo que doscientos Robespierres.
- Y así llegamos a nuestros siglos XX y XXI, ese periodo donde brilla la paz, la razón y la armonía universal. La religión se convierte en fenómeno de masas, más basado en difusas tradiciones –comer turrón en Navidad- que en sólidas creencias. Tras una época de predominio reaccionario que termina con el pontificado de Pío XII, la Iglesia Católica procura adaptarse a nuevos públicos y ocupar nichos de mercado. Woityla es el máximo exponente: vende pura tradición en un envase rediseñado al gusto de los consumidores.