25 noviembre 2004

1979 - Javier


La tarde del 13 de octubre de 1979 hice pellas en la facultad. Me salté un par de clases y me escapé al Carretas. No había mucho público. Cuando terminó la película y encendieron las luces –había breves intermedios entre película y película, aunque era cine de sesión contínua- me fijé en un chico como de mi edad, muy alto y un pelín entrado en carnes. Vestía vaqueros y un chubasquero reversible de tipo marinero, de los que por un lado son azules y por el otro amarillos. Un poco onda Nudos. Las luces de la sala se apagaron y empezó una nueva proyección: "Bilitis". Nos colocamos uno junto al otro. Como él no parecía decidirse, le acaricié la mano. "¿ya estamos haciendo manitas?" –exclamó. Me hizo gracia y empezamos a hablar en tono distendido. Tenía que irse porque había quedado en Princesa con unos amigos de su facultad, así que le acompañé en el metro hasta Moncloa y allí nos despedimos, no sin antes habernos intercambiado los teléfonos.

Volvimos a quedar y caí como un imbécil en sus garras seductoras. Era dos años mayor que yo, acababa de terminar la carrera y ya trabajaba como maestro suplente en un colegio de la periferia. Tenía mundo, conversación, me invitaba a cenar en restaurantes baratos y luego recalábamos en discretos bares de ambiente - como el Juan Sebastián Bar (el actual Berlín Cabaret, en la Costanilla de San Pedro). En la penumbra de estos salones, practicábamos un simulacro de sexo ultralight que me dejaba plenamente insatisfecho. Luego volvía a casa a las dos de la mañana, enamoradísimo, y mi madre me estaba esperando en el balcón, envuelta en su bata de guata.

Esto duró un mes. Una fría tarde de noviembre quedé con Javier en el café Lion de la calle Alcalá. Sobre una servilleta de papel, dibujó unos gráficos con curvas de utilidad marginal para explicarme que me quería mucho pero no lo suficiente para arruinar su vida por mí: él quería ser un hombre normal, casarse con su novia de siempre, tener muchos hijos, triunfar en el trabajo...
Parecía el típico final de la historia. Y no, sólo fue el primer capítulo de una amistad que ya dura 25 años.

23 noviembre 2004

Desterrado

Hoy, 23 de noviembre de 2004, después de 17 años prestando mis servicios laborales en los Servicios Centrales de SuperBanco, he sido desterrado a la red comercial (vulgo sucursales), para proseguir mi triunfante carrera hacia la prejubilación como "operativo" (vulgo ventanillero). Mi delito: mi perfil (aristocrático).
Hablando de otra cosa: en la introducción que hice el otro día del Cine Carretas, incluía un enlace a una búsqueda de Google y decía que había encontrado poca cosa sobre la Catedral. ERROR!!! Encontré un maravilloso cuento en pdf escrito por alguien que conoce lo que cuenta. Lástima que su página personal no funcione, me encantaría contactar con él, seguro que de vista le conozco...

19 noviembre 2004

Visto y no visto

Seen and Not Seen

He would see faces in movies, on T.V., in magazines, and in books....
He thought that some of these faces might be right for him....And
through the years, by keeing an ideal facial structure fixed in his
mind....Or somewhere in the back of his mind....That he might, by
force of will, cause his face to approach those of his ideal....The
change would be very subtle....It might take ten years or so....
Gradually his face would change its' shape....A more hooked nose...
Wider, thinner lips....Beady eyes....A larger forehead.
He imagined that this was an ability he shared with most other
people....They had also molded their faced according to some
ideal....Maybe they imagined that their new face would better
suit their personality....Or maybe they imagined that their
personality would be forced to change to fit the new appear-
ance....This is why first impressions are often correct...
Although some people might have made mistakes....They may have
arrived at an appearance that bears no relationship to them....
They may have picked an ideal appearance based on some childish
whim, or momentary impulse....Some may have gotten half-way
there, and then changed their minds.
He wonders if he too might have made a similar mistake.

Talking Heads, Remain in light, 1980

Ayer vi en el Plus "True Stories" y recordé ésto. Fue mi música de cabecera.

16 noviembre 2004

1979 - La catedral sumergida


Después de varios infructuosos encuentros con gente poco interesante a la que conozco por anuncios de la Guia del Ocio, llega la primavera del 79. Hago acopio de valor y me decido. Entro por primera vez en el Cine Carretas. La Catedral. He buscado en Google algún comentario, alguna imagen de aquél templo mítico, con escasos resultados. Describirla es todo un reto.

Tras adquirir la entrada a una taquillera que podría ser tu tía Manolita, un acomodador fijo en la empresa desde su fundación te introduce en la sala –la negra panza de un enorme cetáceo- desde su costado izquierdo, según se mira a la pantalla. Te deposita en una butaca de las primeras filas. Lo primero que notas es el olor, mezcla de sudor, semen y ozonopino. Y un ruido constante de pasos, crujidos, jadeos. Poco a poco, tus ojos se van acostrumbrando a la oscuridad, levemente iluminada por la reposición de alguna película S italiana, probablemente algo de Tinto Brass. Imposible concentrarse en la proyección cuando te das cuenta de que una multitud fluye por los pasillos laterales. Te unes a esa corriente, río arriba, aseguras tu cartera en un bolsillo delantero del pantalón y llegas al corredor detrás de la última fila de butacas. Allí la comitiva se estanca en un terreno pantanoso, poblado de criaturas tentaculares. Algunas te acarician con respeto, con mimo educadísimo; otras te avasallan y pellizcan, te reclaman con urgente descaro. Si logras atravesar estas ciénagas, si no te hunden las arenas movedizas del pasillo central, últimas filas, arribarás al pasillo lateral derecho, que desciende suavemente hacia dos puertas mal alumbradas. La primera es la salida a un antiguo vestíbulo, el que da a la calle Espoz y Mina. Allí los visitantes más discretos fuman, charlan y observan el material. La segunda conduce a otro largo corredor que, rodeando el escenario por detrás, desemboca en el pasillo lateral izquierdo, punto de origen de tu odisea. Por aquí se accede también a los baños, donde un nutrido grupo de habituales hace su tertulia, canta coplas, se pelea a gritos, conspira.

Este mundo está habitado por toda suerte de individuos. Aquí el marqués y el arzobispo se mezclan con el lumpen más exquisito; el estudiante progre de tres al cuarto liga al policía de la Dirección General de Seguridad. El probo empleado, el honesto padre de familia echa una canita al aire con un chapero de Melilla. Y el pintor pobre que viene de Málaga. Y el peluquero guapísimo de Azerbaiyán. Y el peletero catalán afincado en Lavapiés. Y el chico de un pueblo de la sierra que acude cada sábado. Y el buscavidas chileno, que huyó de la represión de Pinochet. Y el joven donostiarra, ejecutivo de banca que tu padre ha contratado.

La primera vez que entré, sólo pude soportarlo diez minutos. El miedo y el hedor me sobrepasaron y tuve que salir corriendo, asqueado y fascinado a la vez. Pero luego volví muchas veces y lo digo con orgullo y creo que no pude tener mejor escuela de la vida. Y cada vez que paso por la calle Carretas y observo el luminoso del bingo que ahora ocupa el sagrado suelo de la antigua Catedral, no dejo de sentir un ligero estremecimiento melancólico.

Indigeneces


Recién llegado de Perú. Hermoso país andino repleto de gente encantadora, paisajes incomparables y monumentos admirables. Fusión de genes andinos y españoles en el lenguaje, la pintura, la arquitectura, la gastronomía y la música. Sin embargo, la moda indigenista impera y pretende muchas veces ocultar la herencia europea. Ondea en los edificios públicos la bandera del Arco Iris, pero no significa lo mismo que en Chueca. Es la enseña de los pueblos nativos americanos, desde Alaska a la Tierra de Fuego. Y me parece perfecto que se defienda esa cultura, que indios quechuas y aymaras y demás reivindiquen sus derechos, que salgan de la miseria y de la postración en que muchos viven. Pero por favor, sin mitificar, sin idealizar un pasado muy glorioso pero superadísimo.

Y vuelvo a casa y me doy cuenta de que, también aquí, utilizamos los mitos embellecidos de un pretérito bastante imperfecto como arma arrojadiza contra los enemigos íntimos. Viriato y Don Pelayo vs. Boabdil y Azaña. Villarriba contra Villabajo y los del 3º B contra el 4 ext.dcha.