15 febrero 2005

La Patria - Consideraciones

A mediados de febrero de 1982 he jurado bandera y disfruto de unos días de vacaciones en Madrid, a la espera de incorporarme a mi destino en Salamanca, Compañía de Sanidad (?) de la Brigada de Caballería Jarama. A estas alturas he descubierto varias cosas:

- La España profunda existe: El 80% de los soldaditos de reemplazo no son el tipo de gente con la que se suele cruzar un joven universitario madrileño, moderno y progresista. Quedo impresionado por el bajísimo nivel educativo de mis compañeros, cuyo mayor contacto con la civilización moderna es "Verano Azul". Muchos de estos chicos estaban deseando hacer la mili, era una manera de escapar de sus vidas.

- En el ejército, la tradición y las emociones mandan. La testosterona es un plus. Cualquier atisbo de inteligencia es reprimido. El resultado es un mundo kafkiano, cerrado en si mismo y autosuficiente, que se reproduce y reproduce en la conciencia de los soldados ciertos mecanismos mentales muy simples: fobias, prejuicios, obediencia.

- Cae un mito gay: Esas fantasías porno-gais de soldados montándoselo en plan salvaje no tienen nada que ver con la realidad. No sé si es el bromuro, el agotamiento físico o la depresión, pero el caso es que pierdo totalmente el deseo mientras estoy en recintos militares -aunque lo recupero rápidamente en cuanto vuelvo a Madrid.

- El terrible estrés de la vida militar, producido por el obligado cumplimiento de un estricto protocolo, te lleva a un estado de hipersensibilidad. Pasas de la risa al llanto en segundos, te indignas, odias, amas, enloqueces, con una intensidad inusitada. Sin duda era ésta la razón de tantos suicidios en la mili.

- El alcohol es el rey. El único recinto recreativo al alcance de los soldados: La Cantina. Es casi seguro que no habrá biblioteca, puede no haber instalaciones deportivas, pero en cada unidad hay siempre un bar que vende licores baratos. Ésto es así hasta el punto de que cuando hay maniobras, el primer vehículo de Intendencia que debe llegar al campamento y abrir sus instalaciones es el que llaman "la vietnamita": el bar.

Y a partir de aquí, en los siguientes posts me limitaré a reproducir párrafos de las cartas que durante la mili envié a mi hermana, con algunos comentarios de ahora en cursiva.

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