09 febrero 2005

La Patria y yo - Prólogo II (1981)

Es primavera de 1981 y se acerca el momento de la verdad: Ya no puedo seguir pidiendo prórrogas de estudios, este año cumplo 23 y a principios de 1982 tendré que hacer la mili. Entonces, mi padre plantea el problema: Es necesaria YA la eternamente aplazada operación de fimosis. Por una parte me aterra, por otra estoy deseando poder descapullar de una puñetera vez.
El día fijado me presento en el hospital de S. Francisco de Asís (C/ Joaquín Costa). Me desnudo, me ponen una ridícula bata verde de las que se atan por detrás y paso al quirófano. Uno de los ATS está buenorro y con los nervios, me empalmo (bendita juventud). La enfermera, al ver mi estado, procede a anularlo mediante los reglamentarios golpecitos de regleta. Una experta. Me tumbo en la mesa de operaciones y me ponen anestesia local. Aquí tengo que aclarar que la anestesia local me la tienen que poner en dosis de caballo para que surta efecto. Y no es el caso. Al primer corte, grito de dolor, pero cuando llega la labor de costura y reconstrucción, mi aullido es incontenible, llanto y crujir de dientes. La enfermera se apiada de mí, me pone la mascarilla y me cuenta un chiste verde (que desgraciadamente no recuerdo). La combinación de oxigenoterapia y sal gorda me produce un estúpido ataque de risa. Así que ya no sé si estoy riendo o llorando cuando salgo de allí por mi propio pie, con la cosa vendada y un pellejito menos
La convalecencia resulta lo peor. Durante más de un mes, sufro lo indecible cada vez que hago pis. Y ni te cuento lo que pasa cuando el natural vigor de la juventud me provoca una erección. Finalmente, con muchas precauciones y tras un largo periodo de abstinencia, consigo una masturbación medianamente satisfactoria. Este triunfo no calma mis ardores y una noche decido salir de ligoteo. Con éxito inmediato: un morenazo granadino de 8 grados en la escala de Richter me lleva a su casa y... ¡me hace un hombre!.
Al día siguiente tengo mis partes doloridas y un tremendo resacón, pero me siento un superhéroe, dispuesto a arrasar doquiera la Patria me envíe.

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