31 mayo 2005

Mi vida. 1988 / 1989


Por esas fechas, aparece un personajillo funesto. C. Encantador y tierno a simple vista. Vago, mentiroso, ruín cuando se le conoce un poco más. Le doy una mano y me toma el brazo. Su amor posesivo destruye todo lo que toca. Intento una relación de simple amistad, pero con él no hay medias tintas. Me persigue por todo Madrid, intenta controlarme, me difama, se convierte en una pesadilla.

En septiembre de 1989 los periódicos traen noticias extrañas de la Europa del Este. Miles de alemanes orientales que veraneaban en los balnearios del lago Balatón huyen a occidente por la frontera austro-húngara. Los checos y los polacos andan revueltos. Y Gorbachov no parece tener la intención de sacar los tanques.

Yo estoy en Chipiona, en un apartamento de los que por cuatro pesetas facilitaba el banco en sus mejoras extra-convenio (que tiempos aquellos). Mi intención era pasar una quincena tranquilo, lejos de C. y a solas conmigo mismo. Pero a los cuatro días me aburro y me desespero. Llamo a mis amigos y les invito a venir, pero ninguno puede. Eduardo, sin embargo, me envía un paquete: dos de sus cinco novios simultáneos, Javier y Joaquín. Los dos adorables. A mi me gusta Joaquín, pero... Una noche etílica en Sevilla, Javier me llora amargamente los cuernos que le pone Eduardo. Yo le digo que no se queje, que Eduardo siempre ha sido honesto con él. Si alguién tiene derecho a quejarse es el pobre Joaquín, que está todavía en la inopia. Y a Javier le falta tiempo para contárselo a Joaquín.

Cuando regresamos a Madrid encuentro un panorama tormentoso. Demasiadas mentirijillas y mucha liviandad. Hemos tejido sin darnos cuenta una red de atracciones y desencuentros que está a punto de estallar. Así que me dedico a sacar al aire los trapos sucios de cada uno y los míos propios. Difundo información confidencial. Varios de mis mejores amigos me dejan de hablar. Temporalmente, al menos.

Cae el muro de Berlín. Fin de una época.

29 mayo 2005

Rien de rien


Francia ha votado. Y ha salido un No. Creo que es un error. Chirac y el gobierno francés plantearon con tremendo egoísmo este referendum como un plebiscito a su gestión. Y lo han perdido. Pero lo que se votaba no era eso. Ni eso ni la entrada de Turquía en la UE –que repele a la ultraderecha. Ni el fin del estado de bienestar ni la privatización de los servicios públicos, como ha mantenido demagógicamente parte de la izquierda. Se votaba más Europa o menos Europa. Ha salido menos Europa. En la Casa Blanca deben estar brindando con champán. Perdón, con vino espumoso. De California.

26 mayo 2005

Etimologías

Dicen los obispos que la unión ante la ley de una pareja homosexual no puede ser un matrimonio. Alegan principalmente tres razones:

La primera es de orden puramente religioso: El matrimonio es un sacramento instituído por Dios para la pareja heterosexual. Además, la ley de Dios prohibe la sodomía. Es cierto. Desde el punto de vista de un creyente cristiano que acepte a machamartillo la doctrina de la Iglesia desde los tiempos del emperador Constantino. Pero entonces tampoco es matrimonio la unión civil en los juzgados de una pareja heterosexual que no ha pasado por la vicaría. ¿Nos proponen los obispos que eliminemos el matrimonio civil? ¿Volvemos al Nacional Catolicismo?

Hay una segunda razón, basada en el Derecho Natural. Lo natural es que el macho de cada especie se empareje con la hembra para procrear. Vale. Estadísticamente hablando, es la opción mayoritaria. Pero desde Freud sabemos que la naturaleza es en realidad polimorfa perversa. ¿Es que los obispos nunca han visto dos perros machos chingando? ¿Debemos recuperar la poligamia, que es la modalidad sexual más común en la naturaleza de las especies cercanas a la humana?

La tercera y última de las razones es la que nos da la clave de todo el asunto. Dicen los padres de la Iglesia –y quienes rechazan la nueva ley desde un punto de vista estético- que la palabra "matrimonio" viene del latín "mater", o sea, madre. Y por tanto no se puede aplicar a la unión de dos hombres. ¿Y a la de dos mujeres, por qué no?. ¿Valdría la fórmula para las chicas bollo, debiendo los chicos mariquitas adoptar la palabra "patrimonio", del latín "pater", padre? Y aquí viene lo bueno: Resulta que matrimono viene de "mater" y de "moneo", dinero. Y en latín, matrimonio significa exactamente "el dinero de la madre", así como patrimonio es "el dinero del padre". Porque la institución del matrimonio –frente a lo que la Iglesia suele dar a entender- es muy anterior al cristianismo. Y el matrimonio fue, es y será siempre un contrato privado, para asegurar y resolver cuestiones de índole económica en el seno de una pareja y en su relación con la sociedad. Pese a visiones religiosas o románticas del tema.

Las palabras evolucionan con los cambios sociales y dentro de unos años estaremos tan acostumbrados a los matrimonios homosexuales que a nadie le sonarán mal. Palabras más raras se han visto: Su Santidad Benedicto XVI es el Sumo Pontífice. Pontífice viene del latín "pontifex-icis". Que significa "el que construye los puentes". Sobre el Tíber, concretamente.

24 mayo 2005

Lignum Crucis


El señor Carod Rovira nos ha deleitado con algunas de sus típicas payasadas en Tierra Santa. Y esta vez –como en el caso de los matrimonios homosexuales- las tres religiones monoteístas han estado de acuerdo: Blasfemia!!!

Parece ser que ahora ya no se puede reir uno de los dioses. Ofendes a los creyentes. Pero los sacerdotes de los dioses si pueden llamarme tarado, eso es libertad de expresión y de conciencia.

22 mayo 2005

Naciones Unidas


En octubre de 2014 el reino de España se descompuso en 14 repúblicas independientes, más el principado de Asturias y los Grandes Ducados de Ceuta y Melilla. Tras el fin del terrible conflicto bélico entre Castilla-La Mancha y Murcia y la pacificación del protectorado portugués de Badajoz, la Unión Europea readmitió a las nuevas naciones en su seno. La Europa de los 52 aportó fondos para la reconstrucción y pronto todo volvió a la normalidad. En 2015 la República Democrática de Madrid ganó el festival de Eurovisión, con el bonito tema "All you need to make love is siesta", interpretado por la andalusí Rocío Barberá. En 2016 el ESC se celebró con gran éxito en la ciudad del Manzanares, resultando ganadora la canción "Mediterranean lovers", que defendió con garbo el grupo Pulpo A Feira representando a Catalunya. Y en mayo de 2017, el incomparable marco del Forum de Barcelona acogía el triunfo de los Jai Alai On Ice -los Abba del Nervión- y su inolvidable hit "Nouvelle Couisine of Loving".

15 mayo 2005

Diario de Berlín (y II)


4 de mayo: De mañanita, museo de Pérgamo y Altes Museum. O el resultado del saqueo de la Antigüedad clásica por arqueólogos alemanes en los siglos XIX y XX. Saqueo que nos permite contemplar en unos minutos el altar de Pérgamo, la puerta de Ishtar de Babilonia, el pórtico del mercado de Mileto... Luego visitamos por dentro la catedral (Dom), con una curiosa cripta donde están depositados los sarcófagos con los cuerpos de casi toda la familia real prusiana, los Hohenzollern. Cripta que fue destruída por una bomba durante la guerra y que los comunistas de la DDR restauraron con bastante acierto. Comemos en una explanada llena de terrazas junto a la estación de Hackescher Markt. Una especie de plato combinado, con un pastel de fiambre muy bueno. Otra vez rodeados de españoles. Luego damos un paseo por los barrios del norte, ahora bastante de moda. La calle Oranienburger con la sinagoga, muchos cafés, los patios art decó de Hackesche Höfe. Allí hay una tienda que vende souvenirs basados en el nuevo icono de la ciudad: Ampelmann o el hombrecito extraño de los semáforos de la Alemania del Este. Cuando volvemos al hotel, pasamos por un solar en obras con una pequeña exposición de fotografías: Topographie des Terrors. En este lugar, a sólo 100 metros de nuestro hotel y en lo que fue la calle Prinz Albrecht, estaban los cuarteles generales de las SS y de la Gestapo. Acojona un poco. Esa noche cenamos en Kreuzberg, en un restaurante muy chulo: "Altes Zollhaus" (La antigua Aduana). Un caserón de aspecto rústico en donde podrías cenar con Eva Braun. De hecho la "maitresse" tiene un cierto glamour nacional-socialista.
5 de mayo: Visita al museo de Historia Alemana en el Zeughaus, un bonito edificio barroco en Unter den Linden. Cuando llegamos, los comercios están cerrados y todas las campanas de las iglesias están sonando. Deducimos que es día de fiesta –se cumple el sesenta aniversario del fin de la guerra en esta ciudad. También está cerrada la colección permanente del museo, pero no así una exposición bastante curiosa –en el anexo del edificio, obra de I.M. Pei, el arquitecto de la pirámide del Louvre- sobre los efectos del nazismo y la guerra en Alemania: El exterminio de millones de seres humanos, la destrucción de ciudades enteras, el hambre, la miseria, la ocupación por las potencias vencedoras, la división en dos estados irreconciliables y la conversión del oriental en una férrea dictadura. A partir de ahí, la exposición nos muestra cómo los alemanes han ido recomponiendo su país, a veces con errores, a veces echando tierra sobre feos asuntos del pasado. Pero casi siempre desde una perspectiva europea y de diálogo con el Este (la Ostpolitik de Willie Brandt). Cuando salimos de la exposición luce el sol y los museos están cerrados, así que nos vamos al Zoo. A mí, los animales como que me aburren, pero hace muy buen día y da gusto pasear por los jardines, entre cebras y okapis. Comemos allí mismo, en el autoservicio, un plato de pasta bastante intragable. Luego volvemos al hotel para cambiarnos, porque a las cinco tenemos entradas para la ópera: Tannhauser, claro. El edificio de la Staatsoper decepciona un poco, si lo comparas con las óperas de Budapest, Praga o Viena. E incluso con el Real de Madrid. Pero la representación nos encanta: buena orquesta, buenos intérpretes, escenografía sencilla pero muy efectiva y figurines Belle Epoque. El público, bastante más joven y heterogéneo que en el Real. En el entreacto me tomo una especie de ponche típico con frambuesas que me sienta fatal. Cuando volvemos al hotel, estamos demasiado cansados para salir a cenar. Alfonso cena un cubo-fitness de supervivencia que ha comprado en recepción, yo nada porque tengo las frambuesas atravesadas.
6 de mayo: Visita al parque y palacios de Sans Souci, en Potsdam. Llegamos en metro y está lloviendo. Despiste total cuando intentamos coger un autobús que nos deje en el parque. Finalmente lo logramos. En el palacio de Sans Souci, propiamente dicho, están las taquillas. Entro yo a comprar los tickets. Leo en un cartel que hay una tarjeta premium que te permite la visita a todos los palacios y museos y sale a cuenta. Muy listo, le pido al colega de la taquilla dos tarjetas premium. Entonces él me pregunta algo en alemán. Le digo en inglés que no hablo alemán y el me hace la pregunta en inglés, pero yo ya me he bloqueado y no le entiendo. Al final tiene que entrar Alfonso a aclararse con el taquillero. El problema era que las visitas eran guiadas y por horas y me preguntaba si la hora que me daba nos venía bien. Debo aclarar aquí que he estudiado inglés durante años, lo leo perfectamente y de corrido y no lo escribo del todo mal. Pero a la hora de hablarlo y, sobre todo, de escucharlo, sufro vértigos, sudores fríos y acabo pareciendo Paco Martinez Soria con la boina puesta. En fin, después del incidente visitamos el palacio –muy bonito, con el aliciente de que aquí veraneaba Voltaire, del que yo soy super-fan- y luego nos vamos a comer. Muy cerca descubrimos el restaurante Movenpick (Gaviota), con un apetecible comedor acristalado. Pedimos mesa para dos, pero la camarera nos conduce inexplicablemente al destartalado café de la entrada. Le decimos que lo que queremos es comer, no tomar un café, pero la tía insiste. Así que nos vamos. A la salida hay unas mesas de madera con bancos y un quiosquillo que ofrece salchichas, cerveza y patatas fritas. Acabamos comiendo allí, por no seguir buscando. Por la tarde sale el sol y visitamos el Palacio Nuevo, los jardines, el pabellón chino... Volvemos al pueblo andando por el parque, y para que la distancia se nos haga más llevadera, imaginamos que estamos andando por la calle Goya desde Colón hasta La Cruz Blanca, con nostálgico recuento de comercios presentes y desaparecidos. Volvemos en metro, sin billete. Esa noche, la última en Berlín, decidimos salir a cenar al barrio gay de moda, Prenzlauer, al norte de la estación de metro de Eberwald Strasse. Nos decidimos por un restaurante con especialidades de Turingia. El sitio es auténtico, con paredes forradas en madera y cabezas de ciervos disecadas. Un solo camarero atiende a la barra y a los dos comedores, el pobre parece agobiado. Tarda una eternidad en traernos la comida, pero la espera merece la pena. Yo he pedido un codillo asado con chucrut. Superior. Al terminar, estamos tan empachados que se hace impensable el ir de copas. Así que renunciamos a conocer el famoso ambiente nocturno berlinés y volvemos al hotel a tomarnos un Almax.
7 de mayo: Mañana libre. Aprovechamos para visitar la Alte Nationalgallerie, que nos habíamos saltado: museo centrado en el arte del siglo XIX, con mucha pintura romántica y una buena selección de impresionistas. Después cogemos el metro para llegar a la estación del Zoo y darnos el paseo pendiente por la Kurfursterdamm. Al llegar al andén, el tren está a punto de salir. Envalentonados por la experiencia del día anterior, nos montamos sin billete. Y según salimos de la estación nos pillan dos policías de paisano, que nos hacen pagar una multa de 40 euros por persona. Alfonso está rabioso. Se nos quitan un poco las ganas de hacer compras y cotillear tiendas. Comemos en un restaurante indio, unas sopas de lentejas hiper-mega-picantes y unos currys de pollo. Y al hotel para coger las maletas y un taxi al aeropuerto de Tegel. Vuelta a Madrid con Iberia, sin novedad y sin comida a bordo.

10 mayo 2005

Diario de Berlín (I)


30 de abril: Madrugón para llegar a Barajas. Overbooking. Escala en Bruselas –la Grand Place. Otra vez en vuelo: Tempelhof, el aeropuerto de Hitler. Se ha perdido una maleta y los empleados del aeropuerto no hablan una palabra de inglés. Un taxi al hotel, en Anhalter Strasse: 7 euros. Salimos a la calle para un primer contacto con la ciudad. Postdamerplatz, puerta de Brandenburgo, Unter den Linden. Los hombrecitos raros de los semáforos de la DDR. Reichtag. Subimos a la cúpula de Norman Foster al anochecer. Vuelta al hotel con parada en un restaurante mexicano de Postdamerplatz: tacos, burritos und ein bier, bitte!

1 de mayo: Madrugón. Arquitectura de vanguardia en Postdamerplatz. Llena el hueco que dejó el muro, levantado a su vez sobre las ruinas de lo que fue, antes de la guerra, el centro comercial de la ciudad. Ahora es feudo de las multisalas y de las grandes corporaciones globales: DaimlerChrysler, Sony, PriceWaterhouseCoopers. Y un centro comercial replicante de todos los centros comerciales. En la Gemäldegalerie, Nofretete (Nefertiti) nos mira, pequeñita y tuerta. A estas alturas ya hay manadas de españoles en todo Berlín. Paseo por el barrio de las embajadas e inmersión en el parque Tiergarten. Hay gente en bolas tomando el sol. Hace bastante calor. Una cerveza en la columna del ángel, la Siegessäule. Luego, bordeamos el río Spree en dirección a la Cancillería y al Reichtag. Los turcos aprovechan la mañana de un domingo soleado para hacer barbacoas en el parque. Monumento a los soldados sovieticos. En la Puerta de Brandenburgo un grupo de alemanes "bios" celebran alguna festividad del calendario chino. Comemos en Pepita, terraza-pizzería en Unter Den Linden. Después pasamos por la plaza Gendarmenmarkt, con su pomposa sala de conciertos y sus dos iglesias gemelas. Detrás de la Ópera están haciendo una feria del vino y aprovechamos para descansar un rato tomando unas copitas de vino blanco, muy afrutado, como un moscatel suave y helado. Luego seguimos por Bajolostilos: La Neue Wache, teorema del neoclásico. Antigua sede de la guardia real prusiana y ahora un monumento a las víctimas de las guerras y dictaduras. El sol se cuela por una abertura en el techo. Hago una foto que he puesto como fondo de escritorio. Cruzamos a la isla de los museos. Más neoclásico al fondo, pero en primer plano un pastelón neobarroco: la catedral. Y al lado un espanto de la DDR: el palacio de la República, que va a ser demolido aunque con polémica. Hay nostálgicos que quieren conservarlo. Yo creo que el régimen comunista merecía el fin que tuvo -aunque sólo fuera por haber perpetrado ese edificio. A lo lejos y por encima de lo demás, la torre de la televisión en la Alexanderplatz. Ésta si que tiene su encanto. Muy años setenta. Subimos. Las vistas desde el café giratorio son impresionantes. Largas avenidas con bloques inmensos hacia el Este; Masa boscosa y algún rascacielos al Oeste. Tengo los pies rotos, pero volvemos al hotel andando por Friedrichstrasse para ver lo que queda del Checkpoint Charlie. Ahora es un tingladillo comercial para disfrute de turistas. Cuando llegamos al hotel, me pasa como a Rambo: no siento las piernas. Lo que no impide que tras una ducha y un breve descanso salgamos a cenar a una zona cerca de Kurfürstendamm que me he enterado yo que hay mucho café y mucho bar de ambiente. Si que hay, pero despues de cenar humus y kebap en un turco, estamos tan cansados que nos volvemos al hotel.

2 de mayo: Museo judío. Está bien. El edificio no mata pero es curioso. La exposición, interesante y didáctica, sin caer en el morboso regusto habitual. Con un punto un poco molesto: En un momento dado, parece que el Holocausto –un horror injustificable- se aprovecha para justificar la ocupación de Palestina. Lo siento mucho. Los judíos tienen toda mi simpatía, pero no veo que el espanto nazi pueda servir para disimular la injusticia creada por los sionistas en Oriente Medio. Luego seguimos hacia el Sur. Paseo por la zona de Kreuzberg. Comida en un turco especializado en productos naturales. Kebaps y unos dulces buenísimos. Después de comer, la idea es acercarnos al embarcadero de la isla de los museos y coger uno de los barcos turísticos que recorren la ciudad por el río y los canales. Pero antes nos pasamos por la estación Ostbahnhof y sacamos billetes de tren a Dresde para el día siguiente. Cuando llegamos al embarcadero acaba de salir el último barco de la tarde y no hay otro hasta las tantas. Lo dejamos, vamos a ver los osos –si, osos pardos vivos- en un parquecito cercano y paramos en la terraza de un bar al borde del Spree. Dentro hay cienes y cienes de españoles. De pronto se oye una canción cantada a coro. Comentamos: -¡Qué típico, ahora se levantará un jovencito rubio a cantar "Tomorrow belongs to me"!. Pero me doy cuenta de que el cántico en cuestión es una habanera. Son los españoles, que forman parte de una coral o algo así. Cenamos pronto, en una pizzería junto al hotel.

3 de mayo: Dresde. Los aliados la bombardearon –aunque no era un objetivo militar- con bombas incendiarias. Hubo 30.000 muertos, en su mayoría niños y ancianos, y la ciudad emblemática del arte y la arquitectura del barroco, la Florencia del Norte, quedó arrasada. En honor a la República Democrática Alemana hay que decir que fue escrupulosamente restaurada en su mayor parte. Todavía les queda. Visita a la ciudad. Comemos en un sitio muy vanguardista que se llama Raskolnikov, como el personaje de "Crimen y Castigo". Muy bien de precio y un plato surtido de pescados ahumados para chuparse los dedos. Visitamos la tienda (lechería en su origen, ahora delikatessen) en donde se inventó la leche condensada. Está en la quinta puñeta y llueve. Volvemos arrastrándonos a la estación y esperamos la salida del primer tren tomando un heladazo. Cuando llegamos a Berlín nos bajamos en la estación del Zoológico pensando en dar un paseo por Ku’Damm, pero llueve a mares y nos refugiamos en un restaurante chino, donde cenamos pato laqueado. Luego, a mimir.