27 diciembre 2005

Fantasmas



Entre las desdichas que inevitablemente asocio con la Navidad, la ausencia de los seres queridos y ya fallecidos no es la menos dolorosa. Creo que es por eso por lo que, estos días, sueño frecuentemente con ellos. Varias cenas indigestas y a deshoras magnifican el estilo surreal de mis pesadillas. Veo, así, a mi abuela guisando almejas a la marinera en su cocina-santuario, expulsando de allí a gritos a su hermana, mi tía-abuela Angela. Mi madre conduce un rojo deportivo italiano tocada con una peluca rubio-platino y le digo que no se preocupe por su salud, los médicos mienten. Mi padre me enfurece: se empeña en escuchar el programa de Federico Jiménez Losantos y propone boicotear el cava catalán. Prefiero no discutir con él y me pongo a hablar con mi tía Maruja, que me pregunta por mi trabajo. Ella conoce a un transportista que seguro me puede proporcionar un buen enchufe. "Nadie me puede salvar", le digo, desesperanzado. Y quiero irme, porque he quedado a las doce en Rick’s con Diego, como cada Nochebuena desde 1984.
¡Feliz 2006!

22 diciembre 2005

Peliculones




Lo confieso: Desde mi ya lejana adolescencia, soy un adicto consumidor de cine fantástico. Terror sanguinolento, catástrofes anunciadas, alienígenas desalmados o bichos inmundos amenazando la civilización me han alegrado muchas tardes y me han ayudado a veces a salir de la depresión que me provoca la rutina diaria.

Pero, de un tiempo a esta parte, vengo observando la persistente deriva de Hollywood hacia el terror fundamentalista, nada que ver con la ingenua benevolencia de las fantasías de otros tiempos. Me explico: En los años setenta teníamos el diálogo de civilizaciones alienígenas de "Encuentros en la tercera fase", o un simpático extraterrestre enano que sólo pretendía volver a "su caaasaaa". Las catástrofes respondían a causas naturales ("Terremoto") o eran consecuencia de la codicia de los constructores ("El coloso en llamas"). Con la pionera pero poco significativa excepción de "El exorcista", el diablo apenas intervenía seriamente en la vida de los mortales, que producían per se hermosas carnicerías ("La matanza de Texas").

En este comienzo de siglo, sin embargo, los extraterrestres son inmigrantes no deseados y necesariamente perversos ("Independence Day", "Señales", "La guerra de los mundos"). Científicos rebeldes que no aceptan las teorías creacionistas ni el arca de Noé dan lugar a una saga de bichos maléficos ("Parque Jurásico"). Y el Maligno en persona nos acecha desde innumerables títulos, provocando todo tipo de hecatombes.

Hasta aquí todo normal: los gustos del público evolucionan y lo que llenaba los cines en una época, ahora sólo da de comer a los videoclubs de barrio. Pero lo del peliculón de Antena 3 ya pasa de castaño oscuro. Esta semana nos ofrecía la interminable historia de un profesor de astrofísica y una monja herética, empeñados en desarmar la siniestra conjura del Mal para acabar con el mundo y sus pecadores habitantes. Se mezclan aquí churras con merinas, el Armagedón con el terrorismo islámico, el Vaticano con el Anticristo y el Segundo Advenimiento con el Cambio Climático. Esta versión neocon del entretenimiento televisivo nos regala con una modernidad demenciada: Escuchamos al profesor de Harvard sugerir el estudio del ADN de un recién nacido para determinar la virginidad de su madre. Queda tan natural. Pero nadie se extraña cuando se ofrece una cuantiosa suma de dinero por los riñones de la niña calcinada por un rayo al principio de la película –y que a pesar de ello habla en latín que da gloria verla. Se comenta como de pasada, al fin y al cabo es normal en un sistema sanitario como el americano, dominado por el sector privado y las reglas del mercado libre.

El lunes pasado vi el primer capítulo. El martes, opté por "Roma" en canal Cuatro. Mucho más entretenida y encima es historia. Y salen unos tíos supermacizorros.

20 diciembre 2005

Anti Credo



Creo en algún tipo de inteligencia cósmica que programa las galaxias y ordena el caos. Creo que la existencia (o no) de la Humanidad es, para esa inteligencia, absolutamente irrelevante.

Creo que la religión sigue siendo el opio del pueblo. No creo en ningún dios con mayúsculas o minúsculas que se preocupe por el destino del ser humano. No creo que venga nunca a juzgarnos. No premiará a los buenos ni castigará a los malos. Y por tanto creo necesaria una ética basada en la razón y atemperada por el sentido común. Que será mejor cuanto más universal y más flexible sea. No creo en ninguna moral ratonera basada en absurdas costumbres o –peor aún- en una imposible revelación divina.
Creo en la disolución en la nada del ser humano después de la muerte. En su integración a la naturaleza mediante el reciclaje de su cuerpo. Y por tanto, no creo en paraisos con huríes ni en walhallas, ni en cielos con nubes de algodón ni en infiernos sudorosos. Ni en apariciones ni en fantasmas, ni en ouijas, ni en espíritus traviesos, ni en poltergeists, ni en ectoplasmas, ni en las caras de Belmez, ni en posesiones diabólicas. Aunque sean a veces imprescindibles para pasar una tarde divertida en el cine.

Creo que hay sucesos extraordinarios para los cuales la ciencia no tiene (aún) una explicación. Aún. Creo en el inexplorado poder de la mente humana y en sus insospechadas posibilidades. No creo en milagros.

09 diciembre 2005

Todos los días se aprende algo nuevo.


Día de la Inmaculada de excursión en Atienza (Guadalajara), con Eduardo, Aurora y Pilar. De camino, paramos a tomar café en Hita, de donde era el Arcipreste famoso. Llegamos a Atienza sobre la una de la tarde, compramos pan de pueblo y visitamos una de las tres curiosas iglesias románicas convertidas recientemente en museos: San Gil. Junto a cada pieza (algunas de indudable valor), divertidas etiquetas explicativas: una talla de madera es identificada escuetamente como "Santa". Otra talla representa a "Dios Padre y Dios Hijo. Falta Dios Espíritu Santo". Agradable comida en el restaurante El Mirador.
Luego, paseo con viento helado alrededor de las murallas y otra iglesia-museo: la Trinidad. Allí destacan un conseguido y original Ecce Homo (el Cristo del Perdón) y un imponente retablo con pinturas del barroco. El folleto que nos han dado a la entrada detalla el tema de cada pintura: Los de la parte superior del retablo representan a Cristo y la Samaritana, Cristo y la mujer adúltera, Cristo y la Magdalena y... ¡Cristo y la Hemorroísa! En nuestra ignorancia, nos preguntamos quien coño era la Hemorroísa. Eduardo, ni corto ni perezoso, acude a la encargada del museo: "Perdone, ¿podría decirnos quién era la Hemorroídes?". Ataque de risa histérica que nos impide escuchar la explicación. Pues la Hemorroísa existía y ésta era su curiosa historia.

04 diciembre 2005

Sujpiros de Ejpaña

foto tomada de http://manifestometro.blogspot.com/


Soy madrileño. Mi padre era vasco. Mi pareja es de Toledo. Hice la mili en Salamanca. Varios de mis mejores amigos son catalanes o viven en Barcelona. He veraneado muchos años en las playas de Valencia y Alicante. Conozco bastante bien Andalucía y en Sevilla me siento como en casa. Me han conquistado en Galicia y, si alguna vez me pierdo, podeis encontrarme en alguna playa de Asturias. Adoro la torta del Casar, los sobaos pasiegos, las ensaimadas mallorquinas y los plátanos de Canarias.

En resumen: soy y me siento tan español como el que más.

Y NO VOY A DEJAR DE COMPRAR PRODUCTOS CATALANES.

Porque considero que los nacionalismos son una tontería sangrienta. Todos los nacionalismos: el catalán y el español, el vasco y el finlandés.

Y me jode sobremanera contemplar determinadas demostraciones de inquebrantable adhesión a la (inalterable) Constitución de 1978 por parte de esos mismos que, en diciembre de 1978, votaron en su contra.