25 junio 2006

París



Me voy unos día a París. Parid, bella Flor de Lis, que en ocasión tan extraña / si parís, parís a España / si no parís, a París. Si vas a París, papá, no comas foie-gras de pato / ni vayas al cabaret si quieres pasar el rato... Paris La Nuit. A las dos de la nui / de la nui de Paguí / me encontgaba bogacho pegdí / en la Gendarmerie / la guerre se finí / l’ameguicain pagtí / y se queda la pobgue madmoasel / con le petit anfant. La nuit americaine. Truffaut. Jules et Jim. Los cuatrocientos golpes. El Marqués de Sade. La Revolución. Robespierre. La guillotina. Luis XVI y Maria Antonieta: "Si no tienen pan, que coman croissants". Petit dejeuner con café au lait. La nouvelle couisine (menú largo y estrecho). Escargots. La Veuve Clicot. Le chaud lapín. Josefina Baker. Coco Chanel, Christian Dior, Balenciaga. Luis Mariano. Picasso, Juan Gris, María Blanchard. La boheme. L’Opera. Lady Di y Dodi al Fayed. Zinedine Zidane. Argelia, los "pies negros", Charles de Gaulle, Mayo del 68. Debajo de los adoquines está la playa. La línea rosa, el péndulo de Foucault, el fantasma del Louvre, Fantomas, el inspector Clouseau. Que me voy unos días a París.

18 junio 2006

La Doctrina Rouco

Rouco vincula la "España unida" a la vuelta a "las raíces cristianas"
EL PAÍS - España - 17-06-2006
"El destino de una España unida, humana, espiritual y socialmente, depende, en una decisiva medida, de saber volver a sus raíces cristianas", aseguró ayer Antonio María Rouco Varela, cardenal arzobispo de Madrid, al ser investido doctor honoris causa por la Universidad San Pablo CEU. Rouco criticó "la dictadura del relativismo ético", defendió el "derecho de los padres de los alumnos" a que sus hijos reciban enseñanza de la religión católica, y criticó, a cambio, la enseñanza obligatoria del "relativismo ético". Acompañaron a Rouco Varela en su investidura como doctor el nuncio del Vaticano, Manuel Monteiro; el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Antonio Cañizares; el ex presidente del Gobierno José María Aznar; el líder del PP, Mariano Rajoy, y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, entre otros. La ceremonia estuvo presidida por el gran canciller del CEU, Alfonso Coronel de Palma, que es también presidente de la Cadena Cope. Coronel de Palma afirmó que "una España que reniega de sus raíces está enterrando lo mejor de sí misma y se está enterrando a sí misma".
Los comentarios sobre España del cardenal arzobispo de Madrid tomaron la forma de reflexiones teóricas ligadas al título de su conferencia: La cuestión ética ante el futuro del Estado democrático de derecho. Tal "cuestión ética" surge porque la división de poderes de la Ilustración va quedando ahora, a su juicio, "relegada progresivamente a un plano sin relevancia positivo-jurídica, cuando no negada escéptica y/o irónicamente".
Rouco mantuvo que el efecto más conocido de ese "desprecio" hacia la división de poderes llegó con "las tragedias históricas del constitucionalismo del siglo XX, del que es ejemplo excepcional la República de Weimar" en Alemania tras la I Guerra Mundial. El problema, según él, de "la conclusión práctica de que no hay seguridades jurídico-formales suficientes que puedan impedir, por sí mismas, las transgresiones" se vio después en "la II Guerra Mundial y su relativo fracaso histórico en la derrota total de los totalitarismos políticos".
Del abandono práctico de la separación de poderes, Rouco pasó a la "nueva y agudizada aparición de factores intelectual y políticamente disolventes". Según él, el problema para las sociedades que -como la española, hoy- apuestan por "el laicismo ideológico" es que optan "por el método sociológico de la dictadura del relativismo". A su juicio, "el riesgo máximo de un ordenamiento libre y democrático de la comunidad política llega cuando esa teoría del relativismo ético se constituye en doctrina justificadora de la actuación del Estado, dispuesto a convertirse en la última instancia de los principios normativos de la ética pública, cuando no de la privada".
Lo peor, para Rouco, es que ese "relativismo ético" se "enseñe obligatoriamente a través del sistema educativo". Ésta fue su elíptica crítica a la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía de la Ley de Educación.
Rouco fue más allá, pero también como insinuación. Afirmó que ese relativismo ético que ahora operaría en España tiene "dramáticas" experiencias históricas. "Si el hombre por sí solo, sin Dios, puede decidir lo que es bueno y lo que es malo, también puede disponer que un determinado grupo de seres humanos sea aniquilado". Tal cosa ocurrió, dijo, "en el Tercer Reich por personas que, habiendo llegado al poder por medios democráticos, se sirvieron de él para poner en práctica los perversos programas de la ideología nacional socialista". Por ello, concluyó que la solución para "el destino de una España unida depende de saber volver a sus raíces cristianas".
Vale, muy bien y muy bonito. Para evitar a los nazis, lo mejor es ceñirse en lo ético a lo determinado por Dios en su inconmensurable sabiduría. Pero los intérpretes de la Ley Divina en este Valle de Lágrimas son sus ministros, los miembros del Clero en sus respectivas jerarquías. Vaya, a ver si nos aclaramos: Quien debe decidir en España lo que es bueno y lo que es malo –y aprobar legislación en consecuencia- no son los representantes democráticamente elegidos por la sociedad española (esos relativistas-nacional-socialistas), sino el Vaticano y la Conferencia Episcopal, modelos de ética a lo largo de su prolongada historia.

El siguiente paso: El restablecimiento del Santo Oficio y la celebración de autos de Fé en la Plaza Mayor con pública quema de herejes, prostitutas, maricones y comunistas.

06 junio 2006

6 6 6 - La Bestia y el Número



"Hizo que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, recibieran una marca en la mano derecha o en la frente, de forma que ninguno pudiera comprar o vender si no había sido marcado con el nombre de la bestia o con la cifra de su nombre. Aquí la sabiduría. El que tenga inteligencia, que calcule la cifra de la bestia, una cifra de hombre. Su cifra es 666." (Apocalipsis, 13, 16-18)

Durante los últimos cincuenta años, Hollywood y sus satélites han llenado nuestra imaginación con una iconografía de niños maléficos y anticristos señalados con un simpático tatuaje: tres seises pequeñitos grabados a fuego del Infierno en alguna parte del cuero cabelludo. Cuando leemos el texto de arriba, pensamos en 666 y en fechas como la de hoy (seis de junio de 2006) miles de agoreros sensacionalistos se llevan las manos a la cabeza mientras anuncian la llegada de Armagedón.

Pero todo esto tiene truco. Para empezar, tengamos en cuenta que Juan de Patmos, el autor del Apocalipsis, era un judío helenizado que escribía en griego. En griego clásico no se utilizaban los números que llamamos arábigos –proceden en realidad de Persia y no se empezaron a utilizar en Europa hasta la Edad Media-, sino un sistema de numeración basado en el alfabeto: a cada número, del 1 al 9, le correspondía una letra, y lo mismo sucedía a las decenas del 10 al 90 y a las centenas del 100 al 900. Si consideramos la cifra de la bestia como un "seiscientos sesenta y seis", el autor del Apocalipsis habría escrito "Ji Xi Sigma Tau". Pero, de hecho, en las versiones en griego de la Biblia se lee: "Sigma Tau – Sigma Tau – Sigma Tau", o sea, "seis – seis – seis". Sigma Tau es la representación comunmente utilizada para la antigua letra griega Digamma, cuyo valor numérico era el seis y cuyo valor fonético es el de nuestra uve doble. Así que 666 es, señores míos, www, la world wide web.

Por otra parte, la primera traducción lógica de la época habría sido del griego al latín, la otra "lingua franca" del Imperio, junto con el griego. ¿Y cómo se escribe 666 en latín? Pues si consideramos la cifra completa, DCLXVI. Ésto es una especie de cuenta atrás en el sistema de numeración romano, pues cada letra representa el nivel inmediatamente inferior (500-100-50-10-5-1). Si, por el contrario, tomamos la cifra como una serie de tres dígitos separados, nos encontramos con un VI-VI-VI.

Todo lo anterior nos podría hacer pensar que, efectivamente, el texto apocalíptico puede contener una profecía sobre el día de hoy. Pues tampoco cuadra. Resulta que en el mundo mediterráneo de los primeros siglos de nuestra era imperaba el calendario juliano, que como su propio nombre indica, fue impuesto por Julio César, quien en un alarde de humildad sin parangón cedió su nombre al antiguo quinto mes (quintilis). Luego el sexto mes del año en la época en la que Juan escribía el Apocalipsis es, en realidad, Agosto. De Octavio Augusto, sobrino de César que, no menos humilde que su tío, decidió llamar así al sexto mes (sextilis).

A ver ahora que nos preparan los brujos mediáticos para el seis de agosto.