18 abril 2007

Kenia - Diario de viaje (II)


2 de abril. Desayuno opíparo (definitivamente, la comida del Mountain Lodge es la mejor del viaje). Subimos a las fregonetas y nos ponemos en camino a Samburu, con breves paradas para pis y gasolina. Atravesamos todo tipo de climas y vegetaciones, que se suceden una a otras con pasmosa rapidez. Hay zonas de montaña con campos de trigo y bosques de abetos, predesierto con cactus gigantes y, según nos acercamos a Samburu, el paisaje se convierte en un auténtico secarral, adornado tan sólo por arbustos zarrapastrosos y acacias resecas. Calor agobiante, carreteras polvorientas. Cuando llegamos, estoy en pleno bajón. El hotel es de un estilo parecido a los de “Caribe Todo Incluido”, con un edificio central que alberga recepción, comedores, etc..., y pequeños bungalows para las habitaciones a lo largo de un jardín que mira al río. Mosquitos. Vegetación semi selvática. Elefantes bebiendo agua en la orilla opuesta del río. Unos carteles advierten contra la plaga de monos pequeños y amarillentos, parece ser que muerden. En las terrazas del restaurante hay tirachinas a disposición del personal para hacer puntería con los simios. Nuestra habitación tiene dos camas diminutas cubiertas por agobiantes mosquiteras. Levanto la colcha y me encuentro un ciempiés. Lo pulverizo todo con insecticida. Alergia al olor del spray. Estoy que trino –y Alfonso, supertenso, porque piensa que le hago responsable de todo lo que no me gusta de África. Pero después de comer salimos de safari en las furgonetas y la cosa mejora: A medida que cae la tarde y la luz desciende de intensidad, las cosas recobran sus formas y los colores sus matices. El río de aguas terrosas recorre toda la reserva y en torno suyo crece una vegetación exuberante. Más allá, praderas con acacias, colinas de formas caprichosas. Un ejército de furgonetas con turistas recorre la sabana en busca de la foto ideal. Los coches están conectados entre ellos por radio y se van dando chivatazos para localizar las distintas piezas. En este primer paseo vemos multitud de elefantes, jirafas, antílopes, gacelas, cebras, monos... El guía nos informa del nombre de cada bicho pero nosotros (en nuestra tremenda ignorancia y para simplificar) les asignamos nombres de la galaxia Disney: Los elefantes son todos Dumbo, los leones, Simba, cualquier cérvido es Bambi y algo que se parece a un jabalí, Pumba. Hago cientos de fotos y regresamos al hotel exaltados. Cenamos, un brandy, Malarone y a dormir. Entonces me enfrento a mi legendaria insectofobia, descubriendo que no era para tanto: El insecticida y los distintos repelentes parece que funcionan. Alfonso sale a dar un paseo romántico a la luz de la luna llena y vuelve chillando, en pleno ataque de nervios: Le ha caído encima una rana viva!!

6 comentarios:

senses and nonsenses dijo...

welcome, bienvenue
...aún no he aprendido como se dice en keniata.

un abrazo y feliz regreso.

Alfredo dijo...

en suajili se dice Karabú!

El Castor dijo...

Qué tremendo y qué gracia! ¿Y si llega a caerle encima un marabú?
Sí, tb creo que en este tipo de viajes lo desagradable son las picaduras de insectos...
Saludos en espera de la siguiente entrega.

Alfredo dijo...

Hombre, Castor, con un marabú por lo menos se podría haber fabricado una estola de plumas...

jm dijo...

mola eso de que un hotel en lugar de wifi o tv por cable te de un tirachinas para que te entretengas dandoles a los monitos. coincido 100x100 en bichodemásde4patasfobia... e impresionante ver como la2 Y Disney han mediatizado mi cerebro... y no sólo el mío...
queremos más...

Argo dijo...

Si a mi chico se le cae una rana encima en pleno viaje me sale corriendo para España en ese mismo momento y fin del viaje...