25 abril 2007

Kenia - Diario de viaje (IV)


4 de abril. Largo y pesado viaje en furgoneta hasta el lago de Nakuru. Pasamos por el punto geográfico exacto en donde se cruza el ecuador. Allí hacemos una parada. Un paisano nos hace una demostración del efecto de Coriolis con ayuda de una pajita (en el buen sentido de la palabra) y unas palanganas de plástico. A continuación nos invita a entrar en la tienda de souvenirs adjunta, en donde nos hacen unos certificados de haber cruzado el ecuador (horrorosos, pero ¿quién no los compra después del trabajo que se ha tomado el hombre?). Durante muchos kilómetros de carretera vemos a nuestra izquierda las vallas de una finca privada: Se trata de un enorme rancho, propiedad de la familia real británica. Por alguna curiosa circunstancia propia del proceso descolonizador, los grandes terratenientes del país siguen siendo blancos y mayormente británicos. Pasamos por la ciudad de Nakuru, una fea aglomeración de industrias contaminantes y chabolas de hojalata que a punto ha estado de acabar con el ecosistema de la zona. Poco después llegamos a nuestro destino, la reserva natural del lago Nakuru. Es un parque protegido alrededor de un gran lago de agua salada. No tiene peces, pero si algas y un montón de plancton que alimenta a la mayor concentración de flamencos que alguien pueda imaginar. Desde kilómetros se distingue una mancha rosada en torno al lago: Son cientos de miles de estos pájaros airosos y zancudos. El efecto al atardecer es fantástico, surrealista. Paramos en nuestro hotel, el Lion Hill, a la hora de comer. Estoy hambriento por mi dieta del día anterior, pero hemos llegado muy tarde y en el bufé apenas queda nada interesante. Después de una frugal colación salimos en furgoneta para ver los flamencos y otros animales: Jirafas, rinocerontes, etc...


A veces se produce una aglomeración de furgonetas –como un atasco en la M30. Pero el paisaje es precioso, con arboledas rodeando el lago y suaves colinas al fondo. Una temperatura ideal, una luz mágica. Terminamos la visita subiendo a un mirador con vistas panorámicas del lago y de toda la región. Cena, cervezas y Malarone.


1 comentario:

El Castor dijo...

Habrá que deducir que por ahí viven mejor los animales que las personas ¿no?